En el competitivo mercado agroalimentario, la etiqueta de un producto es su carta de presentación. Más allá de ser un simple envoltorio, el etiquetado informa, protege y construye la confianza del consumidor. Por ello, los errores en la traducción de etiquetas de alimentos pueden derivar no sólo en pérdidas económicas, sino también en problemas legales y de reputación.
Cuando una empresa decide internacionalizarse, el etiquetado debe ser revisado con especial atención. No basta con una traducción literal: es imprescindible adaptar la información a los requisitos específicos de cada mercado, asegurando la máxima precisión tanto en los ingredientes como en las instrucciones de uso o las advertencias legales.
Principales errores que deben evitarse
Uno de los fallos más comunes es la traducción literal sin tener en cuenta el contexto cultural. Expresiones que funcionan en un país pueden resultar confusas o inapropiadas en otro. A esto se suma la incorrecta adaptación de unidades de medida, como gramos, onzas o litros, así como errores en fechas de caducidad o modos de conservación.
Otra fuente de problemas es el desconocimiento de la normativa vigente en el país de destino. Cada mercado impone sus propias reglas en cuanto a información obligatoria, avisos de alérgenos, advertencias sanitarias y composición de productos. No cumplir con estos requisitos puede suponer la retirada de productos del mercado o fuertes sanciones económicas.
También hay que prestar especial atención a la interpretación correcta de términos técnicos y listados de ingredientes. Una mala traducción puede confundir al consumidor e incluso poner en riesgo su salud.
¿Cómo garantizar un etiquetado correctamente traducido?
Para evitar estos errores, resulta fundamental apostar por la traducción profesional de etiquetas de productos. Un traductor especializado en el sector alimentario conoce no solo el idioma, sino también las normativas específicas y las necesidades culturales del mercado objetivo.
Entre las buenas prácticas que recomendamos destacan:
- Trabajar siempre con traductores profesionales con experiencia en la industria alimentaria.
- Asegurar revisiones internas y validaciones legales previas a la impresión o comercialización.
- Adaptar no solo el contenido lingüístico, sino también los aspectos visuales del etiquetado si es necesario.
- Mantenerse actualizado sobre los cambios normativos en los mercados donde se comercializarán los productos.
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